Nota: Esta serie de artículos ha sido concebida como una introducción básica a la ciencia de la evolución para no especialistas. Aquí se puede ver la introducción a esta serie o volver al índice aquí.
En este artículo abordamos la cuestión del naturalismo antes de introducir la idea del “mundo del ARN” que precede a la Biología moderna, basada en el ADN.
“El libro de Weizsäcker La Cosmovisión de la Física (The World View of Physics) me mantiene todavía muy ocupado. Me ha vuelto a recordar, de forma muy clara, lo equivocado que es utilizar a Dios para tapar los agujeros, de las carencias de nuestro conocimiento. Si realmente las fronteras del conocimiento están retrocediendo, como de hecho es el caso, entonces Dios estaría retrocediendo con ellas, y estaría permanentemente en retirada. Tenemos que encontrar a Dios en lo que conocemos, no en lo que desconocemos; Dios quiere que percibamos su presencia no en los problemas no resueltos, sino en aquellos que ya han sido resueltos.”
Dietrich Bonhoeffer, Cartas y Papeles desde la Prisión
En el último artículo de esta serie, dejamos atrás los cómodos límites de la evolución como teoría (en sentido científico) y nos dirigimos a una de sus áreas de “frontera”: la Abiogénesis, la hipotética transición desde la “no-vida” química hasta la vida. Para un público norteamericano, la “frontera” inmediatamente evoca las imágenes del salvaje oeste, donde (todavía) no imperaban la ley ni el orden, donde los fuera de la ley y los renegados estaban detrás de cada barril y donde la justicia dependía del revólver del sheriff (bueno, al menos así es como yo recuerdo la versión de Hollywood que veía de niño en televisión). En definitiva, la frontera era una turbulenta zona de conflicto y valor, un mundo lejos de la ley y el orden de la ciudad y las gentes que allí vivían tenían personalidades acordes con esas circunstancias.
Para la abiogénesis, la analogía de la frontera es sorprendentemente adecuada. Cuando leo la bibliografía científica sobre el tema siempre me quedo atónito por lo especulativa que es. Esto no es el equivalente científico de las pintorescas calles de Nueva Inglaterra; esto es el borrador de un mapa con amplias franjas de territorio no cartografiado y con unas cuantas pistas atravesándolo, como mucho. Hay múltiples hipótesis alternativas en conflicto: ¿Empezó la primera vida como una enzima de ARN autorreplicante? ¿Empezó la vida como una vía metabólica que sólo más tarde añadiría una molécula heredable de algún tipo? ¿Empezó la vida cerca de las fumarolas hidrotermales de los mares profundos? ¿Empezó la vida ( o algunos precursores de la vida) en alguna otra parte?; ¿ni siquiera en este planeta? Todas estas ideas tienen, al menos, alguna base en la bibliografía científica, y ninguna de ellas goza de una posición preponderante o mayoritaria. Es el equivalente científico del salvaje Oeste, con todos sus interesantes personajes “retándose en duelo” entre sí en la bibliografía científica. El estado de la cuestión es simplemente que no tenemos ni idea.
Déjame decirlo de nuevo: en lo que se refiere a la abiogénesis casi no disponemos de pistas de cómo pudo haber sucedido.
Desde luego es en este punto, como ya comentábamos en el último artículo, donde muchos cristianos se aprovechan de esta ignorancia expresa para proclamar el fracaso de la evolución en su conjunto. Eso es lo que hacía yo cuando mantenía una postura antievolucionista, así que sé bien de lo que hablo. Ahora me doy cuenta de que esto tiene tanto sentido como pretender que el mapa de Nueva Inglaterra es un embrollo total porque Oregón todavía no se ha cartografiado del todo. Se esperan cosas desconocidas en la frontera; por eso es por lo que vamos allí.
Pero… ¿Y Dios?
Pero Dennis, podríais decir, ¿No estás asumiendo que la vida tiene un origen “natural”? ¿No estás descartando la posibilidad de que Dios pudiera haber creado la vida por medios sobrenaturales? ¿Te has rendido al naturalismo ya de salida?
Desde luego hay mucho que discutir aquí, y el tema rebasa con mucho el ámbito de este artículo, o incluso de esta serie en su conjunto. A pesar de todo la pregunta sigue siendo tan válida que merece al menos una breve respuesta. Como la abiogénesis es un área de frontera de la ciencia, podría tener, en principio, bien lo que los cristianos llamarían una explicación “sobrenatural” o bien una “natural”: simplemente no lo sabemos. Por supuesto que cualquier explicación en ciencia podría en realidad tener una explicación “sobrenatural”, pero sencillamente nos parece como el resultado normal de las leyes “naturales”. La mayoría de los cristianos evitan tales argumentos, por supuesto, si la ciencia está bien fundamentada; no muchos de nosotros insistiremos en la explicación sobrenatural de los fenómenos meteorológicos o de la reproducción humana, por ejemplo, optando más bien por considerar estos sucesos “naturales” como parte de la providencia de Dios. No; normalmente es sólo cuando menos menos se sabe desde el punto de vista científico cuando los cristianos tienden a ser partidarios de explicaciones sobrenaturales.
Personalmente, soy reticente a atribuir a los milagros lo que todavía no ha sido científicamente estudiado porque un poco más de trabajo puede poner de manifiesto una explicación “natural”. “Natural” significa, desde luego, parte de la estructura reproducible del cosmos que Dios ha establecido y continúa sosteniendo y que nos permite investigarlo mediante la ciencia. En este sentido, las “leyes naturales” pueden considerarse como parte de la fidelidad del pacto (alianza) de Dios con su creación, algo sobre lo que mi colega Arnold Sikkema ha escrito y que me parece útil. Así pues, fuera el origen de la vida “natural” o sobrenatural”, lo fue, provino, de Dios, y no hay nada que perder por tratar de investigarlo a través del método científico. Quizá otra forma de plantearlo es que, como científico, me interesa el alcance de esta estructura regular y reproducible del cosmos: ¿Llega incluso hasta la transición entre la no-vida y la vida? ¿Acaso Dios, en su sabiduría, creó el cosmos de manera que los químicos pudieran llegar a lograr vida? ¿Hasta dónde llegan las incógnitas? 1 Aunque sospecho que la vida tiene un origen “natural” en ese sentido que hemos hablado, reconozco que no todos los cristianos son de la misma opinión. El por qué de esta intuición, y se trata de una mera intuición, es que yo veo indicadores, en lo que sí conocemos, que sugieren que esto es así.
Indicios y rumores
Uno de los “indicadores” de un posible pasado químico de la vida en la tierra es una característica de todos los seres vivos en el mismo núcleo de lo que significa estar vivo a nivel molecular. Una de las primeras cosas que uno aprende, como biólogo, es que las macromoléculas se han repartido el trabajo entre las funciones hereditaria y enzimática: el ADN es para los genes, y las proteínas son para catalizar las reacciones. Luego, uno descubre que hay varios tipos de moléculas de ARN; un tipo de moléculas que, qué interesante, en ciertos casos tienen simultáneamente ambas funciones, hereditaria y enzimática. Luego uno aprende que la enzima clave, en el centro de la maquinaria celular, no es de hecho una proteína enzimática, como cabría esperar, sino más bien una molécula de ARN: el ribozima. Los ribozimas son responsables de la utilización del ARN como plantilla para controlar la síntesis de las proteínas, y las proteínas enzimáticas son las que cierran el círculo copiando el ADN celular que contiene la información codificada para construir el ARN. En un sentido muy significativo, todo gira en torno al ARN: las enzimas de ARN utilizan plantillas de ARN para construir proteínas enzimáticas que copian el ADN celular (que a su vez contiene la información crucial del ARN en una forma más estable). Cuando se determinó la estructura química del ribozima quedó demostrado que las pocas proteínas asociadas con él no formaban parte de su función enzimática, lo que fue una sorpresa enorme para muchos biólogos moleculares de aquel momento. Para muchos de ellos, esta enzima de ARN absolutamente crucial, que utilizaba plantillas de ARN, en el centro mismo de la vida celular, resultaba muy sugerente- sugerente de que la vida, en algún momento, pasó por un estadio en el que el ARN debió ser el principal protagonista de las funciones hereditaria y enzimática, en lugar del sistema ADN/proteínas del momento presente.
En el siguiente artículo de esta serie exploraremos esta propuesta de un “mundo de ARN”, una hipótesis que ha recibido cierto apoyo experimental en los últimos años.
Lecturas complementarias
1.- En el original: “Just how deep does the rabbit hole go?”